Todos
nos hemos preguntado en alguna ocasión cuál es el sentido de nuestra
existencia. ¿Para qué vivimos? ¿Qué hacemos aquí? Como dijo el psicoanalista
Erich Fromm, “el sentido de la vida no es más que el acto de vivir en uno mismo”.
Estamos aquí para experimentar cada minuto que vivimos. Sentir, adquirir
conocimiento… todo eso, que no es poco, es lo que nos llevamos al más allá
cuando morimos, sobre todo para los que creemos en la vida después de la muerte
(prefiero decir la vida después de la vida). Acumular riqueza material y
aferrarse a ella de nada sirve si al cruzar al otro lado todo eso se queda
aquí. Claro que es muy fácil hablar así cuando se tiene poco o nada, pero es la
realidad. También supongo que será mucho más sencillo experimentar y vivir
sensaciones en el primer mundo que en el tercero, pero al fin y al cabo es lo
que nos llevamos. Como he dicho en más de una ocasión, ser nacionalista
acérrimo y aferrarse a una bandera no tiene mucho sentido, básicamente porque
no elegimos dónde nacer. No se nos da la opción de elegir país ni raza ni sexo;
todo ello nos viene impuesto. Ese debería ser el principal razonamiento para
respetarnos los unos a los otros. Nadie es superior a nadie porque sea de un
color o haya venido al mundo en un lugar privilegiado.
Durante el sinuoso y complicado camino de
la vida, uno se encuentra situaciones de todo tipo. Alegrías, penas, aciertos,
errores, fracasos y demás van marcando nuestro devenir. Hay momentos en los que
la vida pesa demasiado. Te ves inmerso en un pozo del cual ves muy difícil
salir. Se produce principalmente al sufrir una pérdida humana. La material
también causa dolor, pero eso, como he comentado anteriormente, es algo que no
preocupa demasiado. La pérdida de un ser querido no siempre es por su fallecimiento,
aunque lógicamente sí la más dolorosa. La hay también por ruptura o
alejamiento, y si ésta viene dada por un error nuestro y asumido, el dolor de
corazón es también de gran intensidad. No vemos esa falta hasta que no se ha
producido. Cuando todo va viento en popa, nos creemos que durará siempre y es
ahí donde está el error. Es en esa situación de prosperidad emocional donde hay
que colocar la sirena de aviso y pensar que quizá todo es efímero y que, si
además no cuidamos lo que poseemos con el mimo y cariño necesarios, es posible
que se nos escape algún día.
Como decía esa vieja canción: “el que tenga
un amor que lo cuide, que lo cuide. La salud y la fatiga que no la tire, que no
la tire”. Eso se puede aplicar a un amor y una amistad, porque creedme, las
relaciones personales entre seres humanos constituyen el principal abono para
el cultivo de nuestra vida. Pero antes de entablar una
relación afectiva con otra persona es sumamente importarte conocernos a
nosotros mismos. De nada sirve abrirnos emocionalmente al prójimo sin saber
cuáles son nuestras virtudes, defectos o miedos. Hablemos a nuestro yo y preguntémosle
qué busca en su vida. Sólo de esta manera conseguiremos, al menos por nuestra
parte, comenzar una amistad limpia. Tengamos también siempre muy presente
frases como “vive y deja vivir” o “no juzguéis y no seréis juzgados”. Pues ¡hala,
a vivir, que son dos días!
Tienes toda la razón Mario ,la vida es lo que vivimos disfrutamos o sufrimoss ,a veces nos aferramos a cosas que luego ves que no vale la pena por que la vida es corta y solo tenemos una,hay que disfrutarla
ResponderEliminarGracias, Begoña. La vida es demasiado bella y corta como para perder el tiempo odiando o discutiendo por tonterías.
EliminarUn viejo maestro allá por el año 81 en mi primera clase nos intentaba explicar el sentido de la vida y siempre recordare sus palabras, … La muerte está tan segura de apresarte, que te da una vida de ventaja.. aprovecharla …
ResponderEliminarSabias y bonitas palabras, Patxi.
EliminarUn saludo.