Hay
momentos gloriosos que nuestra mente jamás podrá olvidar. Entre ellos, cómo no, los
referentes a las gestas del deporte español. Me gustaría comenzar esta nueva
sección del blog, dedicada precisamente a esos buenos recuerdos, con un
memorable partido de baloncesto disputado el 8 de agosto de 1984 en Los
Ángeles.
Se
enfrentaban España y la extinta Yugoslavia en una de las semifinales olímpicas.
En nuestro país el calor apretaba de lo lindo y en Peñíscola, donde veraneaba
con mi familia, más aún. Vimos el partido en un bar que había cerca del
apartamento que ocupábamos. Era la primera vez que disfrutaba de una pantalla
gigante. Aquello me parecía como estar en el cine Lope de Vega, pero con el
público de pie, gritando y sin José, el acomodador, apuntando con la linterna.
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Ficha del partido |
Díaz Miguel sorprendió a todos alineando de salida a Nacho Solozábal en lugar de Juan Antonio Corbalán, base titular y capitán del equipo. Iturriaga, Epi, Jiménez y Fernando Martín completaban el cinco inicial. España comenzó imprecisa y algo nerviosa; no en vano tenía enfrente a la defensora del oro olímpico conseguido cuatro años antes en Moscú y todavía imbatida en el campeonato. Los balcánicos, comandados por el excelente tiro exterior de Dalipagic y de un joven Drazen Petrovic, que ya se hacía notar, llegaron a situarse diez puntos por encima. El seleccionador nacional no sabía cómo contrarrestar el varapalo. Finalmente metió en pista a José Luis Llorente, su tercer base, Josep María Margall y Fernando Romay. El acierto del alero del Joventud de Badalona mantuvo al equipo vivo en una desastrosa primera parte que, pese a todo, se fue al vestuario con tan solo cinco puntos de desventaja.
El
partido cambió por completo tras la reanudación. Continuaban en pista los
mismos que habían finalizado la primera mitad. La velocidad de Llorente, el
dominio de Romay en el rebote y, sobre todo, la muñeca caliente de “Matraco”,
que no fallaba ni una, le dieron la vuelta al choque y pusieron en ventaja a un
combinado español que aumentó la diferencia hasta los trece puntos finales.
Aquella
noche supuso, sin duda, un antes y un después en el baloncesto español. Los últimos
años han superado con creces aquella enorme gesta. Hoy día es España el equipo
a batir. Salió una nueva generación de jugadores de ensueño que lo ha ganado
todo y será irrepetible, tanto por calidad como por competitividad, pero lo de
hace tres décadas y media nos supo a gloria. Nos quitamos de encima ese
complejo de inferioridad ante grandes rivales y demostramos que el deporte
español podía estar en lo más alto, como se ha ido demostrando en los años
siguientes y en cantidad de disciplinas.
Os
dejo algo más arriba la ficha del partido y aquí un pequeño vídeo con dos jugadas muy parecidas y
claves de aquel día inolvidable: pase picado de Llorente a Margall y canasta de "Matraco".
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