lunes, 20 de enero de 2020

MI EXPERIENCIA CERCANA A LA MUERTE



Estoy seguro de que habréis escuchado decenas de testimonios de personas que han vivido una o más ECM (experiencia cercana a la muerte). YouTube, por ejemplo, está plagado de vídeos con este tipo de casos, si bien es cierto que no todos son serios y rigurosos, sí los hay que sorprenden. La ciencia intenta dar su explicación, pero existen situaciones que escapan a ella y a la razón. Muchas personas aseguran haber visto su cuerpo material tendido en la mesa de operaciones de un quirófano desde una posición algo elevada. Y no solo eso, sino que han descrito con todo lujo de detalles lo que allí acontecía. Todo ello, naturalmente, mientras estaban  inconscientes, monitorizadas y algunas incluso después de haber sido reanimadas tras sufrir una parada cardiorrespiratoria.

Tina Hines, vecina de Arizona (Estados Unidos), sufrió un infarto en febrero de 2018. Su marido le práctico durante diez minutos una RCP (reanimación cardiopulmonar) mientras llegaba la ambulancia. Durante el trayecto hacia el hospital le aplicaron el desfibrilador hasta en tres ocasiones, y otras tantas cuando llegaron. Finalmente, tras casi media hora, los médicos consiguieron revertir el paro cardíaco de la paciente. Tina abrió los ojos, pidió papel y lápiz y escribió: It,s real. La mujer había estado exactamente 27 minutos con su corazón parado y lo primero que quiso hacer es dejar constancia por escrito de algo que explicaría más adelante. Aseguró que vio como salía de su cuerpo e iba hacia el techo de la habitación. Desde allí dijo ver una figura de pie junto a una puerta oscura que daba paso a una luz brillante. Según ella, todo era muy real y los colores muy vivos.

La Universidad de Míchigan realizó un estudio científico con roedores donde, como conclusión, se detectó elevada actividad eléctrica en el cerebro después de la muerte clínica. El estudio confirma que el cerebro se activa cuando estamos muriendo y sufre un notable incremento de su actividad.

Después de esta introducción, voy a contaros mi experiencia personal de "ECM". Entrecomillo las siglas porque, en mi caso, ni tuve la percepción de abandonar el cuerpo físico ni de verlo desde arriba ni de siquiera ver la luz al final del tunel. Por eso no sé exactamente cómo denominarlo, aunque realmente sí me ocurrió algo extraño. Veréis:

Era una tarde de verano de hace treinta años. El coche donde viajaba con un amigo se salió de la carretera por el margen derecho (es lo último que recuerdo). Dimos varias vueltas de campana y salí despedido. Perdí el conocimiento durante veintitantos minutos, fruto del traumatismo craneal que sufrí. Se considera traumatismo craneoencefálico leve aquel cuya pérdida de conciencia no llega a la media hora; rondando estuve. Como consecuencia del accidente me fracturé varias costillas y me extirparon el bazo. Es algo frecuente en situaciones de este tipo. Pero ¿qué sentí durante el tiempo que estuve inconsciente? Me lo han preguntado muchas veces y, quitando a familiares, nunca lo he contado.
Me encontraba durmiendo plácidamente en mi cama de casa de mis padres, donde vivía entonces. Era el sueño más dulce y placentero que jamás he tenido en mi vida. Yo no me veía desde fuera, como ya he dicho, pero sentía estar allí plenamente, era muy real, estaba metido en mi cama. Es más, creo que tuve sueños muy bellos, pero al igual que ocurre en la realidad, no los recordé al despertar. Sentía el roce de la sábana, el hundimiento de la almohada, el ruido al moverme. No tenía ganas de despertar, estaba tan bien... Juraría que hasta abrí los ojos en determinado momento y vi mi habitación como siempre, con la ropa en la silla, con los posters en las paredes, el escritorio a mi derecha, las cortinas de la ventana... ¡Era todo tan real!
Y digo "era" porque oí voces y desperté. Me zarandeaban levemente mientras miraba a uno y otro lado. Yo estaba aturdido, no comprendía nada. No estaba en mi cuarto. Me encontraba tumbado boca arriba en la cuneta de una carretera, junto a una madre de agua, de la que después me enteré que me habían sacado a tiempo. ¿Cómo era posible? ¡Si yo estaba tan tranquilo en mi cama! ¿Qué coño hacía yo allí tirado en el suelo? ¿Por qué me miraban todos con preocupación? ¿Por qué escuchaba sollozos? Después me vi en una ambulancia. Escuchaba la sirena. No me dolía nada, la verdad. Seguía algo aturdido y no comprendía por qué el conductor decía por radio que se prepararan las urgencias a su llegada, que llevaba un posible cadáver...

Nunca hablé del asunto, aunque reconozco que siempre me ha acompañado. Cuando te ocurre algo así, amas la vida todavía con más fuerza. Te das cuenta de que no merece la pena discutir por banalidades ni amasar una fortuna, pero lo más importante es asimilar que la muerte es el proceso más natural que existe y que después, cuando sea, ojalá que dentro de muchos años, habrá algo incluso mejor. ¿Por qué no pensarlo?

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