jueves, 26 de marzo de 2020

EL DESPUÉS

Está claro que después de esto la vida no volverá a ser como antes. Al menos, en el corto y medio plazo, los eventos que aglutinen mucha gente no podrán realizarse. Se dice que la vacuna no estará lista para ser suministrada hasta dentro de un año. Los colegios no podrán continuar su actividad con normalidad, y es posible que, cuando puedan abrir, los teatros y cines no dispensen más que un pequeño porcentaje de sus aforos. Lo mismo ocurrirá con los locales de ocio y hostelería. Después, ya con los años, cuando este virus sea como uno más y convivamos con él como hacemos ahora con la gripe común, las cosas tampoco serán como las hemos conocido hasta ahora. Existirán, seguramente, controles de temperatura corporal a la entrada de museos. Una aplicación de móvil nos dirá si a nuestro alrededor hay algún tipo de peligro de contagio... Creo que algo de esto sucederá (ya lo están aventurado algunos sociólogos y diversos expertos). De todos modos, ojalá que salgamos todos de ésta con buenas vibraciones y mayor empatía con los demás. Con la lección aprendida de que individualmente somos muy vulnerables pero que en equipo podemos salir adelante. Valoraremos mucho más los pequeños paseos por el campo, el sonido del río, el olor de la hierba mojada, la silueta de nuestra ciudad desde la lejanía, un simple banco cuando te vence el cansancio. Ojalá, como ya he leído por ahí, que este tremendo revés nos haga ser mejores personas. Y que nadie se vuelva a sentir superior a nadie, porque está demostrado que siempre puede haber algo que nos haga temblar de miedo. 

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