
No
era mi intención escribir sobre lo que está ocurriendo. Hay ya demasiada
información sobre ello y personas que relatan su día a día con verdadera
maestría. Pero hace escasos minutos (estoy escribiendo esta entrada a las 18.40
horas del cuarto día de cuarentena) he visto algo que me ha indignado
sobremanera. No soy de los que se pasan el día pegado a la ventana, más bien
todo lo contrario, sin embargo, estos días tengo la persiana levantada y las
cortinas abiertas por si sucede algo, cosa que no suele pasar. Pues bien, acabo
de presenciar como un tipo se paseaba por la acera hablando por el móvil y con actitud
chulesca. No, no llevaba perro ni bolsas de compra ni nada que se le parezca.
El “melocotón”, por llamarlo de algún modo y suavemente, que tendría unos
sesenta y tantos años de edad, hacía sus paraditas para echarse unas risas y después
proseguía su paseo parsimonioso, balanceando su cuerpo al estilo Negan en The Walking Dead (los que sigan la serie me entenderán). Al cabo de
un rato, se ha cruzado con él un joven, que tampoco llevaba nada ni parecía
tener prisa. He esperado a ver si se metía en alguno de los coches aparcados,
pero no, el tío ha seguido caminando hasta desaparecer por el otro lado de la
calle. Para que haya gente civilizada y consecuente con lo que tenemos encima
tiene que haber también gilipollas, igual que para que haya listos tiene que
haber tontos. En este caso, la irresponsabilidad de estos sujetos es de una
magnitud incalculable. Me he cagado en ellos una y mil veces sin abrir la
ventana (reconozco que me he contenido bastante). Es indignante que la gran mayoría
de los ciudadanos estemos siguiendo a rajatabla las normas que dicta el estado
de alarma mientras que algunos indeseables se las pasen por el forro de la
entrepierna.
Esta
mañana también he visto como unos agentes de la Guardia Civil han procedido a
detener un vehículo que viajaba con dos personas en su interior. La verdad es
que han demostrado una paciencia y un aplomo impresionantes ante la retahíla de
quejas que proferían los infractores. Les han explicado qué decía la normativa
al respecto y al no encontrar atención alguna, han procedido a multarles. Mirad
que no me alegro del mal de nadie, pero en este caso he aplaudido tanto o más
que con el gol de Iniesta (bueno, igual exagero un poco).
Hoy
no he salido. Ayer sí lo hice, tuve que llevar unos paquetes de mi trabajo a la
oficina de Correos. Mi mujer es una de las heroínas de los supermercados. Ahora
mismo está allí, sin apenas medidas de protección, dando el callo para que los
demás puedan llevarse a casa alimentos necesarios y otros que no lo son tanto. En
casa la situación se lleva bien por el momento. Hay tiempo para todo. He visto,
en tres días y medio, más películas clásicas que en toda mi vida. Música,
lectura y, sobre todo, escritura ocupan mi quehacer cotidiano. También echo una
mano en las labores domésticas (ya lo hacía antes de la crisis sanitaria, pero
no en la medida que debería, todo hay que decirlo).
En
fin, que he comenzado indignado este post y ahora estoy algo más tranquilo. ¿De
qué sirve enojarse con lo que aún nos queda? Sed buenos y feliz cuarentena.
Me parece perfecto ,yo salí ayer y no había salido desde el sábado pero viendo.lo que hay por ahí me quedo en casa todo lo que puedo
ResponderEliminarLa inmensa mayoría hacemos caso de las recomendaciones y acatamos las normas en beneficio del bien común, pero siempre habrá cuatro irresponsables que se pasan todo a la torera. Ojalá los pillen y les caiga una buena. Un saludo, Begoña.
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